Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo - Comentario, repertorio sugerido

El cáliz que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo?.
Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo?".

Comunión significa intercambio, compartir.

La regla fundamental de compartir es ésta: lo que es mío es tuyo, y lo que es tuyo es mío. Probemos a aplicar esta regla a la comunión eucarística y nos daremos cuenta de la "enormidad" del tema.

¿"Qué tengo yo específicamente 'MÍO' "?, La miseria, el pecado: esto es exclusivamente mío.

¿Y qué tiene "suyo" Jesús que no sea santidad, perfección de todas las virtudes?.
Entonces la comunión consiste en el hecho de que yo doy a Jesús mi pecado y mi pobreza, y Él me da su santidad. Se realiza el "maravilloso intercambio", como lo define la liturgia.

Conocemos diversos tipos de comunión. Una comunión bastante íntima es la que se produce entre nosotros y el alimento que comemos, pues éste se hace carne de nuestra carne y sangre de nuestra sangre.

Es verdad que la comida no es una persona viva e inteligente con la que podemos intercambiar pensamientos y afectos, pero supongamos por un momento que lo fuera. ¿Acaso no se tendría la perfecta comunión?.
Pues es lo que precisamente sucede en la comunión eucarística. Jesús, en el pasaje evangélico, dice: "Yo soy el pan vivo, bajado del cielo... Mi carne es verdadera comida... El que come mi carne tiene vida eterna".

Aquí el alimento no es una simple cosa, sino una persona viva. Se tiene la más íntima, si bien la más misteriosa, de las comuniones.

Observemos qué sucede en la naturaleza, en el ámbito de la nutrición.
Es el principio vital más fuerte el que asimila al menos fuerte.
Es el vegetal el que asimila al mineral; es el animal el que asimila al vegetal. También en las relaciones entre el hombre y Cristo se verifica esta ley.

Es Cristo quien nos asimila; nosotros nos transformamos en Él, no Él en nosotros.
Un famoso materialista ateo dijo: "El hombre es lo que come". Sin saberlo dio una definición óptima de la Eucaristía, gracias a la cual el hombre se convierte verdaderamente en lo que come, esto es, ¡en El Cuerpo de Cristo!

Está claro que la palabra "cuerpo" no indica ya el cuerpo de Cristo nacido de María, sino que nos indica a "todos nosotros", indica aquel cuerpo de Cristo más amplio, que es la Iglesia.

Esto significa que la comunión eucarística es siempre también comunión entre nosotros.
Comiendo todos del único alimento, formamos un solo cuerpo.

No podemos tener verdadera comunión con Cristo si estamos divididos entre nosotros, nos odiamos, no estamos dispuestos a reconciliarnos.

Si has ofendido a tu hermano, decía san Agustín, si has cometido una injusticia contra él, y después vas a recibir la comunión como si nada hubiera pasado, tal vez lleno de fervor ante Cristo, te pareces a quien ve llegar a un amigo al que no ve desde hace mucho tiempo. Corre a su encuentro, le echa los brazos al cuello y se pone de puntillas para besarle en la frente. Pero al hacer esto no se percata de que le está pisando los pies con su calzado embarrado. Los hermanos, en efecto, especialmente los más pobres y desvalidos, son los miembros de Cristo, con sus pies posados aún en la tierra.

Al darnos la sagrada forma, el sacerdote dice: "El cuerpo de Cristo", y respondemos: "¡Amén!". Ahora sabemos a quién decimos "Amen", o sea, sí, te acojo: no sólo a Jesús, el Hijo de Dios, sino también al prójimo.

Los hombres, nuestros contemporáneos, buscan a Dios en el cosmos o en el átomo; discuten si hubo o no un creador en el inicio del mundo. Seguimos preguntando: "¿Dónde está Dios?", y no nos percatamos de que está con nosotros y se ha hecho comida y bebida para estar aún más íntimamente unido a nosotros. Juan el Bautista debería repetir tristemente: "En medio de vosotros hay uno a quien no conocéis".

La solemnidad del Corpus Christi nació precisamente para ayudar a los cristianos a tomar conciencia de esta presencia de Cristo entre nosotros, para mantener despierto lo que Juan Pablo II llamaba "estupor eucarístico".

Repertorio Sugerido:

Canto procesional de entrada: Pueblo de Reyes (L. Deiss)
Kyrie: Kyrie (F. Palazon)
Gloria: Gloria - Misa Sinodal (F. Palazon)
Salmo: Tomado del Libro del Salmista (Coeditores Liturgicos)
Aleluya: Aleluya (A. Taule)
Canto procesional de Ofrendas: Bendito seas Señor (F. Palazon)
Sanctus: Santo (A. Taule)
Padre Nuestro: Padre Nuestro (M. Gregoriana)
Canto procesional de Comunion: El pan que compartimos (F. Palazon), Yo soy el pan de vida (S. Toole, A. Bartolome), Alleluía! Amén! (L. Deiss)

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